La vida es un tango
(...) Pero sigamos por mi recorrido por Helsinki. Al anochecer, bien limpio y relajado por la previa sauna, vuelvo a la Plaza del Senado, que ahora está atestada de gente a causa de un festival de tango, que puede considerarse como el baile nacional finlandés. Claro que no es exactamente el tango argentino que nosotros conocemos; aquí perdió hace mucho el referente original de los barrios portuarios de Buenos Aires, donde nació; carece de su dramatismo y desgarro y las parejas de bailarines evolucionan ordenadamente y sin aspavientos por una pista circular.
La televisión está retransmitiendo el espectáculo a todo el país; los mejores cantantes del género van sucediéndose en el escenario con historias que hablan de amores y desamores, de la soledad que provoca la ausencia del ser amado y de la nostalgia por los tiempos en que el amor era el centro de la vida; muchas veces, adornado todo esto con metáforas referidas a los ciclos de la naturaleza. El festival llega al colofón con la gran estrella, Reijo Taipale (en el vídeo), un señor maduro de acariciadora voz que levanta definitivamente los entusiasmos del público femenino (seguramente muchas echaron de menos al difunto Olan Virta). Esta última actuación coincide con el sol emitiendo sus tardíos reflejos del adiós: las blanquísimas formas de la catedral se tiñen de un rosa que casi las vuelve irreales. Imagino que para algunas parejas es el fondo ideal para unos sentimientos muy especiales.
© manuel velasco |
Los historiadores conocen casi el momento exacto en que el tango entró en Finlandia, allá en 1913, gracias a una pareja danesa que actuaba en el restaurante Borgs de Helsinki. Los periódicos de aquel año se hicieron eco de esa nueva forma de hacer música y sobre todo de bailar, incluyendo en sus artículos algunas lecciones ilustradas.
Pero la afición actual por el tango no es un revival, ya que aquí, tal como alguien me dijo, ha sobrevivido milagrosamente a los Beatles y a Elvis. Los duros años de la II Guerra Mundial fueron definitivos para la popularización definitiva de esta música, que ya había empezado a ser recreada por los compositores finlandeses en los años 30, sobresaliendo especialmente Toivo Kärki y Unto Mononen. Este último, todo un personaje cuya vida acabó trágicamente, compondría en 1955 el que tal vez sea el tango finlandés más popular de todos los tiempos: Satumaa (El mundo de las hadas), grabado originalmente por Henry Theel (aunque la popularidad definitiva la obtendría con Reijo Taipale, siendo el disco finlandés más vendido durante años), que lleva más de medio siglo convertida en un clásico imprescindible en cualquier baile. El texto habla de la nostalgia por una especie de paraíso perdido al que ahora sólo pueden acceder los pájaros que vuelan sobre el mar. Ya los primeros versos son muy evocadores para cualquier finlandés con cierta edad: Aavan meren tuolla puolen jossakin on maa, jossa onnen kaukorantaan laineet liplattaa (Detrás del mar abierto, en algún lugar, hay un país donde las olas acarician la lejana costa de la felicidad).
Por su parte, Toivo Kärki sería el compositor más prolífico y quien daría un definitivo carácter finlandés al género; canciones como Liljankukka llegaron a lo más profundo del alma de los finlandeses supervivientes de una guerra que había puesto un trágico fin a tantos amores y esperanzas. Si Oscar Wilde decía que la vida imitaba al arte, aquí podría decirse que la vida de muchos finlandeses se convirtió en un tango.
Pero, aunque el tango sea el rey indiscutible en los bailes (por supuesto, no en las discotecas), a los finlandeses también les encanta el vals, la rumba, el fox-trot o la polka. En algunos locales, sobre todo del norte, un día a la semana es naistenhaku, lo que quiere decir que son las mujeres quienes elegirán a su pareja (que no podrá negarse a salir a la pista), mientras que los señores deben esperar (hacer de florero) a ver si hay suerte.
Fragmento de Finlandia, Suomi para los amigos © Manuel Velasco